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Impingement femoro-acetabular


Una persona joven que presenta dolor crónico, profundo, en la zona de la ingle, que aumenta con actividades deportivas que demanden una importante flexión de cadera (pádel, tenis, fútbol, ejercicios como las “sentadillas”, etc), que impliquen impacto (running, artes marciales, etc), o que surge durante períodos prolongados de sedestación, puede ser candidata a sufrir un sindrome de «impingement femoro-acetabular» o F.A.I. (femoroacetabular impingement).


Además del dolor inguinal, puede ser que aparezca asociado a lesiones como la pubalgia o dolor lumbar. La marcha no suele verse afectada salvo en fases muy avanzadas, pero la movilidad de la cadera se ve limitada, sobre todo en los movimientos de flexión, rotación interna y aducción (el gesto de cogerse la rodilla y llevarla hacia el hombro contrario para estirar, por ejemplo, los glúteos). Es habitual tener problemas de aductores, sobrecargas del psoas, pectíneo o de la musculatura cuadricipital, además de rigidez en los movimientos que impliquen la extensión de la cadera.




SIGNOS Y SÍNTOMAS

El conjunto de síntomas y signos descrito se produce por un contacto anormal y repetitivo entre la zona de unión cabeza-cuello del fémur y la estructura ósea que la que se articula, llamada acetábulo. Se genera así un “pellizco” (impingement) de las partes blandas que rodean la articulación, ricamente inervadas por ramas articulares del nervio femoral y obturador (cápsula, membrana sinovial, ligamentos y rodete acetabular), provocando una neuroinflamación.


Las consecuencias, como se ha descrito, será la aparición de dolor profundo en la región inguinal, así como el aumento de tono y rigidez en las estructuras musculares y articulares inervadas por el plexo lumbar (psoas-iliaco, pectíneo, cuádriceps, sartorio, aductores, porción anterior e interna de la capsula de la coxo-femoral, etc).


La clínica suele instaurarse pasadas unas horas del final de la actividad (24h después de la actividad). Con el tiempo, se producirá un importante deterioro funcional, así como la aparición de signos de degeneración articular, tanto del lado femoral como del acetabular. Suele ser en este momento donde, tras la consulta, y la realización de alguna prueba de imagen (radiografías, TAC, resonancia magnética), se diagnostica el síndrome de impingement.


En casos en los que la patología está muy avanzada y en consenso con el médico, se puede optar por la opción quirúrgica.



TIPOS

Hay 2 variantes descritas en el impingement femoroactebular (FAI), aunque ambas suelen estar presentes en la mayoría de los pacientes.


  • El “cam impingement”

Está provocado por anormalidades óseas en el lado femoral (frecuentemente una cabeza con forma ovoidea). La zona de unión cabeza-cuello contactará precozmente contra el reborde acetabular, durante la flexión y rotación interna femoral. El «pellizco» se producirá por el movimiento de la extremidad con respecto a la pelvis (ej: golpeo en largo de un balón), o durante el giro de la zona lumbo-pélvica pivotando sobre dicha articulación, mientras permanece apoyada y flexionada (ej: gesto de golpeo de derecha o revés en el tenis/padel). La repetición del “impingement” durante meses, facilita la formación de una “joroba” reactiva en la zona superior y anterior del cuello que a su vez facilitará el contacto precoz patológico. En esta situación, las lesiones asociadas del rodete acetabular (roturas y/o desinserciones, quistes, etc) serán frecuentes. Cuando ya se ha dañado el labrum acetabular, puede aparecer de forma insidiosa un dolor profundo en la ingle, el cual se agrava durante la sedestación prolongada, tras caminar ciertas distancias, al realizar de manera repetitiva gestos que implican pivotar la pelvis sobre la extremidad o tras actividades de impacto.



  • El “pincer impingement”

Generado por problemas en el lado acetabular. Se produce cuando el arco de movilidad disponible en la apertura acetabular es demasiado pequeño, o cuando el acetábulo está mal orientado (frecuentemente en retroversión). Las consecuencias suelen ser la formación de gangliones y la degeneración del labrum, que puede acabar con la osificación a nivel anteriorolateral, lo que aumentaría el ángulo de cobertura, empeorando el cuadro.

A largo plazo, cualquiera de estas situaciones acabarán generando una coxartrosis precoz , que en la mayor parte de los casos, alterará de forma importante la funcionalidad del paciente y provocará cuadros de dolor crónico.



TRATAMIENTO

El diagnóstico precoz es fundamental, así como evitar actividades que reproduzcan el mecanismo lesional. Es recomendable que acuda a un Fisioterapeuta especializado, para que tras la exploración, instaure un trabajo preventivo/terapéutico adaptado a las necesidades individuales. La terapia manual y el ejercicio terpéutico dirigido, acompañdo frecuentemente de la aplicación de otros métodos como concepto Mulligan, contribuirán a la mejora de la clínica. Algunos de los aspectos más importantes a tener en cuenta en el abordaje de estas situaciones son:

- Evitar actividades que desencadenen el mecanismo lesional. - Restaurar y preservar la movilidad del segmento lumbo-pélvico-femoral (extensión y abducción coxo-femoral) y del complejo tobillo-pie. - Incidir de manera regular en el trabajo la flexibilidad de las estructuras miofasciales que rodean la articulación coxo-femoral (psoas-iliaco, pelvitrocantéreos, aductores: especialmente el aductor mayor), del sistema de la fascia toraco-lumbar y suelo pélvico, además de los tejidos que forman la denominada «cadena postero-lateral» (fascia plantar, tríceps sural, peroneos, isquiotibiales-vasto externo-cintilla, glúteos).



BIBLIOGRAFÍA

1. Ribas, M., Vilarrubias, J. M., Ginebreda, I., Silberberg, J., & Leal, J. (2005). Atrapamiento o choque femoroacetabular. Revista de ortopedia y traumatología, 49(5), 390-403.






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